En algún apartado rincón del universo,
desperdigado de innumerables y
centelleantes sistemas solares, hubo
una vez un astro en el que animales astutos
inventaron el conocer. Fue el minuto más
soberbio y más falaz de la "historia universal", pero, a fin de cuentas, sólo un
minuto. Tras un par de respiraciones de la
naturaleza, el astro se entumeció y los
animales astutos tuvieron que perecer. - Alguien podría inventar una fábula como
ésta y, sin embargo, no habría ilustrado
suficientemente, cuán lamentable y sombrío,
cuán estéril y arbitrario es el aspecto que
tiene el intelecto humano dentro de la
naturaleza; hubo eternidades en las que no
existió, cuando de nuevo se acabe todo para
él, no habrá sucedido nada. Porque no hay
para ese intelecto ninguna misión ulterior
que conduzca más allá de la vida humana.
No es sino humano, y solamente su
poseedor y creador lo toma tan
patéticamente como si en él girasen los
goznes del mundo.
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