14/12/09

duda

La duda siempre ha tenido mala fama. La tiene hoy, pero también ayer la tuvo. Y sin embargo, es imprescindible. Especialmente en esta época en la que todos llevamos un juez en el cuerpo. Sin la duda metódica no habría avanzado la ciencia. Y sin la duda el pequeño dios que llevamos dentro carece de contrapeso. La duda nos familiariza con el otro, con las miradas opuestas. La duda, ciertamente, corroe la propia identidad. Desconcierta y fatiga, sí, pero fomenta la prudencia y cultiva el respeto. Es problemática, pero democrática. Václav Havel (aquel escritor que, por circunstancias de la vida, se encontró ejerciendo de presidente de Checoslovaquia y más tarde de la República Checa) aprendió a dudar mientras mandaba. Y cuando dejó el cargo, en un discurso memorable, dijo: "Cada día me asusta más la idea de no estar a la altura. Cada día tengo más miedo de cometer errores, de dejar de ser alguien en quien se pueda confiar. Cada día tengo más dudas, incluso de mí mismo; y cuantos más son mis enemigos, más me pongo mentalmente de su lado". [Puigverd]