20/1/11

paraules

Ara que ens hi posem, cal recordar que els fets són les paraules. Una cita clàssica, de Gòrgies de Leontini: "El poder de la paraula per a la disposició de l’ànima és anàloga a la funció dels fàrmacs en la naturalesa dels cossos… alguns treuen la malaltia i altres la vida, com els discursos, uns entristeixen, altres alegren, altres terroritzen, altres encara infonen valor als oients i finalment altres embruixen i enverinen l’ànima amb idees perverses.”

9/1/11

un canon

El que dèiem, i una altra metàfora dels "nous temps" que ens toquen transitar. Les superestrelles del pensament al segle XXI, relacionades pel diari ultramodern de la nostra trista i dissortada tribu. Com s'hi diu de manera explícita, un índex amb els filòsofs de més ressò dels últims anys, una guia de lectura per al pensament contemporani que trepitja terrenys tan diferents com la identitat, l'economia i la religió.
Això no pot ser! Del insuportable present, tanmateix, com (ens) en sortim? El combat per la cultura, que ens crida per a constituir-nos.

amb el No no n'hi ha prou

La mayor paradoja del tiempo político actual es la coincidencia de la crisis más aguda del capitalismo con el hundimiento generalizado de la izquierda. El poder del miedo, esa doctrina del shock que Naomi Klein supo denunciar antes de la hecatombe de 2008, tiene mucho que ver con lo que está ocurriendo. Una crisis excepcional exige respuestas excepcionales, pero hasta el momento la izquierda sólo ha dado síntomas de entrar en pánico y de aceptar responsablemente todas y cada una de las recetas de los cerebros del neoliberalismo: susto o muerte. La secuela más grave del crash económico consiste en esa debilidad patética de la política frente a los mercados. Los amos de las finanzas, que no son entes abstractos sino inversores, banqueros y especuladores con nombres y apellidos, han dictado una especie de servicios mínimos al Estado del bienestar, cuya subsistencia futura parece depender más de la caridad que de un progreso social justo. El terremoto al que asiste la socialdemocracia, siempre dispuesta a entrar en una desorientación melancólica, debería servir para repensar una posición de izquierda ante el tsunami de la globalización. Si algo está demostrando la crisis, es la absoluta hipocresía de quienes la provocaron y la necesidad de fortalecer la democracia. Por eso hacen falta alternativas realistas que respondan sin complejos (y sin miedo) al dominio conservador en la economía, en los medios, en el lenguaje y hasta en la forma de explicar el mundo.

És cert, si... però què fer? Viure d'una altra forma, autrement. Fins on es pugui, que no és gaire. Atrapats a les tupidíssimes xarxes del domini conservador... com viure les alternatives? Perquè proposar-les és fins a cert punt fàcil. El problema de l'esquerra té a veure, també, amb la paradoxa de no saber què fer per foradar la impermeabilitat d'aquelles xarxes. Què fer des del qüotidià, des de les institucions, des dels governs. I fer-ho, és clar. Tot i que el primer fet és la paraula; al principi era la paraula, i aquesta es va encarnar en accions possibles que obrien horitzons de sentit. Si, és cert... primer de tot, el combat per la cultura.


8/1/11

Gran metáfora

Cualquiera con un mínimo de sensibilidad intelectual, incluso estética, no puede dejar de sentir un sobresalto cada vez que pasa zapeando por donde estuvo en su día CNN+ y se encuentra con lo que ahora ocupa su lugar. Este malestar seguramente deriva del hecho de que sabemos que aquí se ha producido algo más que un mero intercambio de canales. Estamos ante un caso de libro de la fagocitación de una cadena de información seria y de rigor por parte de una de las manifestaciones más burdas de la novedosa "cultura popular". Es difícil encontrar un ejemplo tan gráfico de la lucha darwinista por las audiencias bajo el signo de la nueva sociedad de masas. Lo que hemos perdido y lo que lo ha sustituido se ha convertido, de golpe, en una metáfora extraordinaria de lo que de una forma más pausada ha venido pasando en nuestro país -y no sólo- a lo largo de los últimos años: la progresiva e implacable banalización del espacio público. El problema es que cuando estos escasos oasis mediáticos se secan, como acaba de ocurrir con CNN+, ya nada o casi nada puede impedir la propagación del desierto. Con la digna excepción de algunos medios públicos, si consiguen sobrevivir. Como muestra la oferta que encontramos en la multiplicidad de canales de TDT, la nueva pluralidad televisiva no ha aumentado un ápice el acceso a algún programa que fomente el desarrollo de una cultura pública crítica y exigente. Como en su día ocurriera en Italia, este proceso de gradual banalización se ha ido implantando de forma silenciosa y en nombre de valores tan dignos como el entretenimiento y la diversión. Poco a poco, sin embargo, se ha logrado laminar las fuentes que mantenían viva lo poco que quedaba de la cultura política tradicional, casi de la cultura a secas. En una deliciosa ironía del destino, y por seguir en ese mismo país, el empresario que se encargó de empujar a los márgenes mediáticos a quien no participara de su filosofía acabó de primer ministro, e incluso se permitió gobernar como un entertainer, con velinas incluidas.